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El 11 de septiembre de 1973, hace 44 años, un golpe militar encabezado por el general Augusto Pinochet,apoyado, financiado y orquestado por el gobierno de Estados Unidos (EEUU), provocó el derrocamiento de Salvador Allende, un presidente electo democráticamente en Chile.

 

“Creo que ningún suceso político, desde el nacimiento de Chile a la vida independiente, tendrá tanta trascendencia como el 11 de septiembre”, decía el general Augusto Pinochet sobre la relevancia que tendría su posterior “gobierno”.

 

Para la mayor parte de los chilenos esta afirmación no pudo ser más acertada, aunque con una consideración muy distinta a la que infería Pinochet.

Desde el mismo inicio de su dictadura, y durante 17 años, provocó sistemáticas violaciones a los derechos humanos, con al menos 28.259 víctimas de prisión política y tortura, 2.298 ejecutados y 1.209 detenidos desaparecidos, una cifra que las asociaciones de víctimas y familiares aumentan en decenas de miles.

Plan imperial

Sólo dos semanas antes del golpe, el general Augusto Pinochet había sido designado por Allende comandante en jefe del Ejército.

Sustituyó al dimitido general Carlos Prats, quien por falta de apoyo en la cúpula y los mandos del ejército, no pudo resistir la presión social de la derecha.

Posteriormente, en 1974, Prats fue asesinado por la Dirección de Inteligencia Nacional (Dina), la policía política de la dictadura pinochetista.

En medio de un contexto mundial en que aún primaba la política de Guerra Fría, el gobierno norteamericano, que tenía una oficina de la CIA en la capital, Santiago, decidió utilizar todas las armas necesarias con el objetivo final de derrocar al Gobierno chileno, elegido con 36,6% de los votos en 1970.

Como Presidente de Chile, el 4 de noviembre de 1970 se inició en el país el más ambicioso proceso de cambios sociales, económicos y políticos del que hayan sido testigos los chilenos durante su historia.

Abanderado de la Unidad Popular, Allende no sólo se convirtió en el primer mandatario socialista en el mundo en ser elegido democráticamente, sino también el primero en intentar en transitar al socialismo mediante la vía pacífica, llamada vía chilena al socialismo.

Sabotaje económico y mentiras mediáticas

Es célebre la frase “hay que hacer chillar la economía de Chile”, que profirió el entonces presidente de EEUU, Richard Nixon, (1969-1973) al secretario de Estado, Henry Kissinger.

Durante 1972 diversos gremios paralizaron sus actividades, entre ellos, la locomoción colectiva y el transporte.

El desabastecimiento de artículos de primera necesidad y los persistentes rumores de golpe militar, contribuyeron a crear en la población una sensación colectiva de desgobierno, según las informaciones publicadas por diferentes medios internacionales.

La gran prensa privada también fue financiada para colaborar en este sabotaje.

 

La muerte de Allende

En la madrugada del martes 11 de septiembre –el ataque en 2001 a las Torres Gemelas de Nueva York, en EEUU, también fue un martes 11 de septiembre- los barcos de la Armada, que habían zarpado el día anterior para participar junto a buques estadounidenses en unas maniobras militares, regresaron a Valparaíso, localidad ubicada en el litoral central del territorio continental de Chile.

Unos pocos cañonazos bastaron para ocupar las calles del puerto, la Intendencia y los centros de comunicación. Eran las 06:00 de la mañana.

El presidente resistió los ataques aéreos y terrestres dentro del Palacio de La Moneda, junto con un grupo de fieles colaboradores, hasta que efectivos militares lograron entrar en el edificio por una puerta lateral.

La guardia de Carabineros, encargada de custodiarlo, ya se había pasado a los golpistas. Cuando los militares ocuparon la planta baja, Allende instó a sus colaboradores a rendirse. Eran las 13:30h.

El papel de Estados Unidos

El gobierno de EEUU siempre negó su participación en el golpe militar, pero en los años 1999 y 2000, la desclasificación de documentos estadounidenses confirmó la responsabilidad de Washington en el derrocamiento de Allende.

Los documentos de la CIA, el Pentágono, el departamento de Estado y el Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés), señalaron que desde la elección de Allende en 1970, el entonces presidente Richard Nixon autorizó al director de la CIA, Richard Helms, a socavar al gobierno chileno por temor a que el país se convirtiera en una supuesta “nueva Cuba”, excusa que EEUU utilizaba en los medios de comunicación de la región.

La agencia realizó operaciones encubiertas en Chile desde 1963 a 1975, primero para impedir que Allende fuera electo –sobornando a políticos, legisladores, periodistas-, luego para desestabilizar su gobierno mediante mentiras solapadas, abiertas o tergiversando la realidad en los medios y, tras el sangriento golpe, para apoyar y justificar totalmente la dictadura de Pinochet, recogen los medios.

Los documentos también revelaron que la CIA pagó 35.000 dólares a un grupo de militares chilenos implicados en el asesinato, en octubre de 1970, del general René Schneider, comandante en jefe del Ejército y leal a Allende.

 

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