La canciller de Colombia exteriorizó su disgusto por el último aumento del salario mínimo decretado por el presidente Maduro. “No estoy de acuerdo”, refunfuñó. Tampoco le gustó el color con que pintaron el Palacio de Miraflores. Algo alteró a la circunspecta María Ángela Holguín, quien de pronto empezó a sentir “preocupación” hasta por las cosas más nimias que ocurren en Venezuela, desde la calidad de la harina precocida hasta el pasaje en autobús Catia-El Silencio.
En su descargo, digamos que no es la única afectada por esa rara “epidemia de preocupación” por Venezuela que hace estragos en los gobernantes de Europa, América, e incluso, de Marruecos, donde un monarca medioeval critica la democracia venezolana. La canciller Holguín a lo mejor fue contagiada por su jefe inmediato, Juan Manuel Santos, quien rechaza la “militarización” de Venezuela, mientras permite siete bases militares yanquis en su territorio y pide, pomposamente, su ingreso a la Otan, el cual le negaron.